Tres amigos de Job se enteraron de todos los males que le habían sobrevenido, y llegaron cada uno de su país. Eran Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamá, los cuales se pusieron de acuerdo para ir a expresarle sus condolencias y consolarlo.
Al divisarlo de lejos, no lo reconocieron. Entonces se pusieron a llorar a gritos, rasgaron sus mantos y arrojaron polvo sobre sus cabezas.
Después permanecieron sentados en el suelo junto a él, siete días y siete noches, sin decir una sola palabra, porque veían que su dolor era muy grande.
1 comentario:
El dolor ajeno siempre me ha producido un pudor terrible. Casi incontrolable. Normalmente no sé como actuar, como mirar, como hablar... Sólo me quedo ahí esperando a que por telepatía se escuche mi mensaje de paz y fuerza... El mismo mensaje que envío ahora con respeto y empatía...
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