Cuando celebro la Eucaristía acostumbro a fijar la mirada un instante en la Cruz que se halla sobre el Altar o cerca de él. En ese gesto le digo al Señor que ÉL es el Sacerdote…y me recuerdo mi condición de “fiel”, de “bautizado”, que comparte con sus hermanos ese Don inestimable de la Eucaristía, gracia absolutamente inmerecida, por la que Dios rompe la frontera entre el cielo y la tierra, entre el tiempo y la eternidad…Ese gesto –mirar a Jesús- me ayuda a llegar al presbiterio con más humildad, como servidor, y no como dueño o patrón.
Besar el Altar es otro gesto que me conmueve. Me hace bien. Me introduce afectivamente en el misterio. Muchas veces he sentido ganas de invitar a la gente a hacerlo también. Sólo me ha detenido el tiempo que habría que emplear. Pero creo que lo haré. Quisiera que mis hermanos y hermanas experimentaran en el rito de “besar el altar” que la Eucaristía es, por encima de todo, un encuentro de amor, un encuentro entre enamorados, un encuentro entre “amigos del alma”. Desde hace algún tiempo comencé a besar el Altar pensando en esto. Y dejó de ser un rito vacío. Ahora ese beso me contacta con Jesús y con su Pueblo.
Besar el evangelio después de proclamarlo tiene también ese mismo sentido. Es besar a Jesús después de escucharlo, como cuando un enamorado besa en los labios o en la mejilla a su enamorada después de escucharla decir: “te amo”. El Domingo pasado, al terminar de proclamar la Parábola del Hijo Pródigo, besé aquellos versículos en los que Jesús narra la actitud del Padre con su hijo: “Al verlo, corrió a su encuentro, se conmovió profundamente, lo abrazó y lo llenó de besos…”. Lo hice para decirle a Jesús que esas palabras habían entrado profundamente en mi corazón. LyA.
Besar el Altar es otro gesto que me conmueve. Me hace bien. Me introduce afectivamente en el misterio. Muchas veces he sentido ganas de invitar a la gente a hacerlo también. Sólo me ha detenido el tiempo que habría que emplear. Pero creo que lo haré. Quisiera que mis hermanos y hermanas experimentaran en el rito de “besar el altar” que la Eucaristía es, por encima de todo, un encuentro de amor, un encuentro entre enamorados, un encuentro entre “amigos del alma”. Desde hace algún tiempo comencé a besar el Altar pensando en esto. Y dejó de ser un rito vacío. Ahora ese beso me contacta con Jesús y con su Pueblo.
Besar el evangelio después de proclamarlo tiene también ese mismo sentido. Es besar a Jesús después de escucharlo, como cuando un enamorado besa en los labios o en la mejilla a su enamorada después de escucharla decir: “te amo”. El Domingo pasado, al terminar de proclamar la Parábola del Hijo Pródigo, besé aquellos versículos en los que Jesús narra la actitud del Padre con su hijo: “Al verlo, corrió a su encuentro, se conmovió profundamente, lo abrazó y lo llenó de besos…”. Lo hice para decirle a Jesús que esas palabras habían entrado profundamente en mi corazón. LyA.
2 comentarios:
EMOCIONANTE REFLEXIÓN. NO PUDISTE HABER ESCRITO MÁS EXACTA Y CLARAMENTE EL MISTERIO AMOROSO QUE SE ENCIERRA EN LA CELEBRACIÓN MÁS CONMOVEDORA QUE TENEMOS LOS CATÓLICOS.
BESAR EL ALTAR PARA MÍ ES UNIRME A LA PASIÓN DE CRISTO, A LA COMPASIÓN DE CRISTO Y AL AMOR DE CRISTO.
ERMITAÑO DDJ +
Hola, realmente te felicito por esa reflexión. soy también sacerdote y algunas veces me siento vacío de sentimientos al celebrar la eucaristía. es un buen aliento el que me has dado el día de hoy. voy a intentar que hayan más gestos en mi consagración para entrar más en el Misterio de Cristo. gracias
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